24.6.04

Hasta que se jubile

No hay caso. La rectora sigue haciendo nada. Tiene el escritorio de su despacho lleno de imágenes de Cristo, de la Virgen, y del Papa. También hay tremendos crucifijos e imaginería varia. Esta fundamentalista católica desconoce cualquier teoría pedagógica, y desconoce la autoridad de la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Hace lo que quiere, cuando quiere, y como quiere. Todo lo administrativo lo hacen otras personas, porque ella está ocupada en cómo visten los alumnos, en si escriben los bancos, o en si están firmes como soldados durante los izamientos de cada mañana. No resuelve conflictos, los crea. No da clases (ella es profesora de Historia), dicta catecismo. No le importan las normas sobre convivencia, mas bien las transgrede con alegría, tomando medidas autoritarias, arbitrarias, y lesivas de las libertades individuales. Si ve que un alumno va al baño en hora de clase, opta por cerrar con candado la puerta que comunica a los baños (que, curiosamente, también comunica a las aulas de atrás, al buffet, a cooperadora, al gimnasio y a los baños del personal). Nadie puede hacer nada, ni siquiera la secretaria de Educación, Roxana Perazza. Sólo nos resta esperar a que se jubile. Ya tiene 66 años, y esperamos con ansias desmedidas el mensaje del Anses que nos alegre para siempre.

17.6.04

Siempre me he preguntado

En temas educativos, y más en la práctica cotidiana, estamos acostumbrados a la expresión: "hay que poner límites". Siempre me he preguntado por el significado de estas palabras, porque, en mi experiencia práctica, siempre ha resultado una justificación para medidas represivas, autoritarias y arbitrarias. Para muchos docentes, parecería que es más fácil el acto de enseñanza-aprendizaje con un grupo de alumnos bajo su dominio. A pesar de la vigencia de los códigos de convivencia, a pesar de la creciente demanda por las nuevas formas de resolución de conflictos, la tentación autoritaria sigue vigente en los colegios. Es como si los docentes desconfiaran de las libertades que pueda tener el alumno, es como si todavía les temieran a los adolescentes. Algunos dicen, tal vez tratando de autoconvencerse, de que lo que hacen termina siendo mejor para el alumno. Me recuerda a aquellos padres que castigan físicamente a sus hijos, y luego les dicen: "Tarde o temprano me lo vas a agradecer".